Esposo abandona a su familia tras 16 años, el hijo culpa a la madre y se niega a vivir con ella – Historia del día
Un hombre decide repentinamente poner fin a su relación con su esposa después de 16 años. Su hijo decide culpar a su madre de haber arruinado a su familia y se niega a vivir con ella.
Tras 16 largos años de matrimonio, Ted decidió terminar. “¡Estoy harto de tus lloriqueos!”, le gritó a su mujer, Joanna, mientras bajaba una bolsa con sus cosas por las escaleras. “Ted, saca la basura. Ted, no veas la tele tanto tiempo. Ted, no bebas tanto. Ya he bebido bastante!”, gritó.
“No es quejarse, Ted. Se llama preocuparse”, gritó Joanna. No quería separarse y quería hacer las paces con su marido, pero Ted se negaba a escuchar.
“Ya no puedo más contigo. Llevo 16 años aguantando tus quejas, ¡y ya no puedo más!”, dijo, saliendo por la puerta principal.
Su hijo, Adam, oyó la conversación e irrumpió en su habitación. “¡Papá! ¡No!”, dijo corriendo escaleras abajo.
“¡Por favor, no te vayas! Quédate con nosotros!”, suplicó, abrazándose a la cintura de su padre mientras caminaba hacia la acera.
“Hijo, no. No puedo seguir viviendo aquí. Voy a alquilar una casa en el complejo de apartamentos de al lado. Puedes venirte conmigo si quieres”, le dijo Ted a Adam.
Cuando Ted se perdió de vista, Adam se volvió hacia su madre. “¿Estás contenta ahora? Todo esto es culpa tuya!”, dijo, volviendo a entrar en casa.
A Joanna le dolió mucho oír eso de su hijo y no pudo evitar echarse a llorar en el porche de su casa. Permaneció en el suelo durante un par de minutos, intentando aceptar lentamente la triste realidad de que ella y su marido estaban separados, y su hijo la culpaba de ello.
Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels
Joanna intentó por todos los medios estar a disposición de su hijo en los días siguientes. Quería que pareciera que nada había cambiado, cocinándole deliciosas comidas caseras y asegurándose de que sus cosas del colegio estuvieran en orden.
“No quiero comer otra comida casera. Quiero una hamburguesa con patatas fritas”, contestaba él.
“Comes demasiada comida rápida, hijo. No es sano. Podemos comer comida rápida el fin de semana”, le decía Joanna. “Sal de tu habitación y saca la basura. Después podemos comer”, añadía.
Adam puso los ojos en blanco. “¡Estoy harto de tus quejas! Entiendo por qué se fue papá. Lo único que quieres es que sigamos tus órdenes. Yo no quiero que me mandoneen más. Me voy a vivir con él”. dijo Adam, cogiendo la mochila de debajo de la cama y saliendo de casa.
Joanna tenía el corazón roto. Todo su mundo se había venido abajo, y de la misma manera que Ted y Adam la culpaban, ella empezó a culparse a sí misma.
Lloró toda la noche, dándose cuenta de que la casa vacía era fría y silenciosa sin Ted y Adam allí con ella. Mientras tanto, Adam llamó a la puerta de Ted para encontrarse con algo que no esperaba.
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El apartamento de Ted olía a basura que no se había tirado en mucho tiempo. Su ropa estaba por todo el suelo, y no tenía una habitación separada para que Ted se quedara.
“Puedes dormir en el sofá o en el suelo”, dijo Ted, dejándose caer en el sofá frente al televisor en cuanto dejó entrar a Adam. “Adelante, haz lo que quieras”, añadió.
Ted permitió que Adam hiciera lo que le viniera en gana. Utilizando su propia paga, Adam pedía comida rápida todos los días, lo que provocó que tuviera problemas digestivos al cabo de una semana.
“Papá, ¿tienes comida normal? Me está empezando a doler el estómago de tanta comida rápida que he estado comiendo”, preguntó Adam. Abrió el frigorífico por enésima vez y sólo vio cerveza dentro.
“Mamá siempre cocinaba comida deliciosa”, susurró Adam para sí mientras cerraba la puerta del frigorífico. “¿Puedes cocinarme algo, papá? ¿Quizá sopa? Me duele el estómago”, le dijo a su padre.
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“No sé cocinar y no tengo medicinas para el estómago. Duérmete y deja de ser un quejoso como tu madre”, contestó Ted.
Adam no podía creer que a su padre no le importara lo que sentía. Poco a poco se dio cuenta de que se había equivocado respecto a su madre. Ella no los había estado regañando de balde todos esos años. Estaba demostrando lo mucho que le importaban.
“¿Sabes qué, papá?” empezó a decir Adam. “Mamá nunca se quejaba de las cosas que hacíamos. Sólo nos demostraba que le importábamos. Quería que estuviéramos sanos y que nuestra familia fuera feliz”.
Esto enfureció a Ted, pensando que Adam se ponía de parte de Joanna. “¡Entonces vuelve con tu madre!”, le gritó a su hijo.
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Decepcionado con su padre, Adam recogió las pocas cosas que tenía en el apartamento de su padre y volvió a casa. Entró en la casa y la encontró silenciosa y vacía.
Decidió sacar la basura y limpiar la casa antes de subir. Vio a su madre tumbada en la cama en cuanto abrió la puerta de su habitación.
“Mamá”, dijo, corriendo hacia ella. “Siento mucho haber sido grosero contigo y haberte hecho daño con lo que dije”, gritó Adam. “Ahora me doy cuenta de que lo que hacías no era quejarte, sino cuidarme. Gracias por preocuparte por mí, mamá”.
Joanna estaba muy contenta de tener a su hijo de nuevo con ella. Le dio el abrazo más fuerte y largo de su vida y poco después le ofreció que cenaran comida rápida. Pero Adam negó con la cabeza, revelando que ya les había preparado una cena casera abajo.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Aprecia lo que tu madre o tu esposa hacen por ti. Sólo tienen buenas intenciones. A veces, los hombres creen que sus madres o esposas quieren hacerles la vida más difícil, cuando lo único que quieren es lo mejor para ellos.
Comparte esta historia con tus seres queridos. Puede que les inspire y les alegre el día.
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