
¿Por qué los niños ya no pueden ser niños? Mi hija de 13 años me dio una lista de deseos para su cumpleaños, y no puedo entender la mayoría de los artículos. Cuando yo tenía 13 años, lo único que quería era un reproductor de música y unos jeans nuevos. ¡Mira la suya!
Set de Victoria’s Secret – 80 dólares
Extensiones de pestañas – $20
Extensiones de cabello – ?
Cita para uñas acrílicas – $60
Conjunto Lululemon, Dyson AirWrap
¿Qué le pasa a esta generación? Sigo queriendo hacer feliz a mi hija en su día especial, pero ¿cómo puedo regalarle a mi hija de 13 años extensiones de pestañas, uñas de gel y pelo postizo? ¿Qué debo regalarle para que esté contenta sin convertirla en una muñeca de TikTok?
Era un día soleado de primavera cuando Laura, una madre cariñosa y reflexiva, se sentó en la mesa de la cocina con la lista de deseos de su hija, Sofía. Al observar los artículos que habían llamado su atención, sintió una mezcla de nostalgia y confusión. “¿Por qué los niños ya no pueden ser niños?” se preguntó mientras leía en voz alta.
Cuando Laura tenía 13 años, sus sueños eran simples: un reproductor de música que le permitiera escuchar a sus bandas favoritas y unos jeans nuevos que la hicieran sentir cómoda y a la moda. Pero aquí estaba su querida Sofía, quien acababa de cumplir 13 años con una lista que parecía más propia de una estrella de TikTok que de una adolescente.
“Set de Victoria’s Secret, extensiones de pestañas, uñas acrílicas”, decía la lista con un despliegue de precios que la dejaban perpleja. ¿Cómo podía su hija incluso conocer esas marcas? Laura no podía evitar pensar en cuánto había cambiado el mundo desde su propia adolescencia. Se preguntó si sus propios deseos a esa edad estaban condenados a ser eclipsados por la presión social y la influencia de las redes sociales.
Día tras día, Laura se encontraba con Sofía navegando en Internet, revisando tutoriales de maquillaje y moda. Era como si su niña estuviera perdida en un mundo en el que la apariencia se había vuelto más importante que la esencia. “Sofía, ¿qué pasó con los días de jugar y ser feliz por lo simple? ¿Acaso un conjunto de Lululemon y un Dyson AirWrap te traerán más felicidad que una tarde en el parque con tus amigos?” le preguntó un día con voz suave.
“¡Mamá, no entiendes! Esto es parte de ser adolescente hoy en día. Mis amigas tienen estas cosas. No es solo por mí, también es para encajar.” Sofía respondió, su voz llena de frustración. Laura sintió un dolor en su corazón. No pudo evitar recordar lo mucho que disfrutaba de su niñez, y cómo esas experiencias habían formado quien era hoy. Sin embargo, en el fondo, sabía que el mundo había cambiado, y quería entender más.
Decidida a hacer algo especial por el cumpleaños de su hija, Laura decidió crear una experiencia que uniera ambas generaciones. Así que, después de días de reflexión, organizó una pequeña fiesta sorpresa combinada con un día haciendo lo que realmente les gustaba: jugar, reír y crear recuerdos. Envió mensajes a las amigas de Sofía y les propuso ir a un parque de aventuras. Allí podrían escalar, jugar y celebrar de una manera que no requería maquillaje ni extensiones.
El día de la fiesta, Sofía llegó al parque, sorprendida de ver a todas sus amigas reunidas. Al principio, un poco escéptica de la idea, pronto comenzó a reír y a disfrutar de las actividades, olvidándose de la preocupación de cómo lucía. Laura las observaba con una sonrisa en el rostro, sintiendo que había logrado devolver un poco de la alegría de ser niña a su hija.
Al final del día, cuando las luces del atardecer comenzaron a pintar el cielo de colores, Sofía se acercó a su madre, cansada pero feliz. “Gracias, mamá. Estaba un poco preocupada por perderme la oportunidad de ser ‘cool’, pero hoy me di cuenta de lo divertido que es ser solo yo”, dijo Sofía, abrazando a Laura con fuerza.
“Recuerda siempre, querida, que lo más importante eres tú misma, y eso no tiene precio”, respondió Laura. En su corazón, supo que aunque el mundo afuera seguiría cambiando y que su hija inevitablemente se enfrentaría a desafíos y presiones, siempre habría un espacio para la inocencia y la alegría de la infancia.
Mientras regresaban a casa, Sofía abrió la puerta de su habitación, mirando su lista de deseos. Sin pensarlo, la rompió en pedacitos y sonrió. “Quizás este año quiero lo que realmente quiero: más momentos como hoy.” Laura sonrió, escuchando las risas resonar desde la habitación y sintiendo que, tal vez, solo tal vez, su niña aún podría ser una niña, al menos un poco más.